9 nov 2011

MULTITUDES





Los Adelantados III, 148 x 122 cms, acrílico sobre tela, 2006




Nómadas, 148x122 cms, acrílico sobre tela cruda, 2007




Transeuntes X, 148 x 122 cms, acrílico y esmalte sobre tela, 2005




Visiones Utópicas I, 150x120cms, acrílico y esmalte sobre tela, 2006




Los Origenes II, 120 x 60 cms, acrilico y esmalte sobre tela, 2004




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27 oct 2011




ANTROPOLOGÍA FUTURA   acrílico y esmalte s tela, 36 x 112 cms, 2009 serie de "Las Multitudes"




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21 oct 2011

FONDO DE OJO




En cierto modo, el ojo del artista es siempre ciego y vidente. Como Tiresias, el griego aquél que sabe. Al pintar estos fondo de ojo, Waissman cierra los párpados de lo racional como condición de hacer visible lo bello. Pupilas dilatas, entonces, nos harán falta.
El otro ojo del artista, sueña, pinta, inventa el estímulo que surge ante el campo visual de un cuerpo. Es así como su mirada viaja. La calidad estética y la riqueza analógica resultante, lo que vemos en estos nuevos cuadros, son fruto de un hundimiento de la retina en el cielo negro de la sangre y en los trémulos ríos de la memoria que recorren el cuerpo, eludiendo textos y pantallas de la verdad representacional o del estilo icónico de la época. En estos trabajos de Andrés Waissman, al menos en mi primera mirada inaugural, el cuerpo ampara y fomenta un espacio onírico donde fantasías y pesadillas desbaratan y reconstruyen el estímulo externo que se ofrece al ojo. Las contracciones de la mirada, incesante parturienta, registran la pátina luminosa o el aura nocturnal que dan vida a lo bello en un objeto, no el objeto mismo.
El itinerario, desde aquéllas multitudes a esta producción reciente, tiene la marca de innumerables los párpados que la imagen debió atravesar hasta aflorar en el iris e impactar sobre lo real. Lo que es necesario analizar no es la “realidad” —producida o simulada— sino el estado anímico que la inventa, pues el sueño precede al acontecimiento. En los contornos de estas “manchas” podemos imaginar un mundo: son mapas del misterio. El trabajo de la mirada consiste en evocar lo invisible para conquistar zonas habitualmente inaccesibles a la vista. El artista sabe que para ir “más lejos” hay que ir “más hondo”. Es preciso rastrear huellas visuales en los claustros de la córnea o bien imaginarias, pues ver es moldear activamente una energía emotiva. Apenas sospechamos, estos cuadros son recientes, los palacios de imágenes que nos traerá Waissman desde el fondo de sus ojos, de ese mismo lugar desde el cual se desprenden las lagrimas. Allí fermentan los desechos de la memoria. Empalizada tenue, la pintura se vuelve defensa del cuerpo que apenas barruntamos, un ademán que ciega la gran pantalla de producciones de moda.
Sobre un lienzo se “blurrifica” toda posible rigidez, ahí donde el ojo es imantado como polvo de las virutas –sí, una cosa sucede a la otra-, pintar también es ver. ¿por qué nos fascinan estas fábulas blanconegras que cincelan cicatrices en el iris con la fuerza y velocidad del rayo?
Como una túnica descosida o un follaje raleado, la tela se despliega alrededor de fisuras que no vemos, la pintura envuelve como una cáscara porosa o guarida del arte, la fuerza que une lo primitivo del grito a lo fundacional de un lazo social a inaugurar. Se trata de cuadros que dan a ver algo anterior a la palabra. Forja de algún lugar que todavía no llega, prole de alguna fuerza innombrable obrando contra la nada. Son las hendijas de la carne lo que sigue apareciendo en la obra de A. W. , los lugares de coincidencia: obras que como aduanas intercambian éticas. La piel, el lienzo, son muros donde las grietas palpan.
Extraña y supliciada geología, las lesiones de la historia no cicatrizan ni se metamorfosean. Imágenes que vemos como radares confiables, arte que nos informa de los ultrajes o las persuasiones que pretenden invadir y dominar nuestro cuerpo social para quebrar convicciones y arrasar la memoria. Solo hay ética si el arte puede inspeccionar y distinguir ideologías, morales y conductas a través del pudor. Waissman sabe muy bien, como todo rabdomante, que solo habrá sociedad si las llagas de la memoria esculpen la retina y se pintan así, simple y bellísimas, como pliegues, explosiones, pliegues u olas.

Daniela Gutierrez